Tarragona con niños: El tren turístico, el museo de la fiesta, la casa Casterllanau, la necrópolis…


Sabía que en un solo día no podríamos visitar todo lo que queríamos ver de Tarragona, así que desde el principio planeamos que pasaríamos dos días con los niños en la ciudad.

Los domingos por la mañana había visitas guiadas gratuitas por la zona del casco antiguo, así que cuando visitamos la oficina de turismo para comprar nuestras Tarragona Cards reservamos las plazas. La visita empezaba sobre las 10:00 o las 11:00h, pero aun así llegamos tarde.

El punto de encuentro era la oficina de turismo pero cuando fuimos allí acababan de marcharse. Las personas que había en la oficina nos indicaron el recorrido para ir a buscarles. La verdad es, que como acababan de marcharse, los encontramos en la primera parada de la visita.

La guía nos iba a llegar por toda la zona romana y medieval. Era muy maja y nos fue explicando todo lo que veíamos y las anécdotas de cada lugar. Empezamos la visita por la “Vuelta del Pallol”, una antigua galería perimetral del foro provincial de Tárraco que acoge la maqueta reconstructiva de la ciudad romana, en la época de su máximo esplendor. 

Después salimos al exterior del recinto amurallado del casco antíguo para hablar sobre las murallas.
Nos contó las modificaciones que había ido sufriendo en las distintas épocas, cómo se construían y por quienes… Una cosa que me llamó mucho la atención es que nos mostró unas marcas en las piedras que parece ser que las hacían los que había trabajado allí para dejar constancia de que habían colaborado en su construcción. (Enseguida me vino a la cabeza la puerta de un baño publico cualquiera con sus “Nosequien estuvo aquí” Jejeje). 

Mas tarde nos acercamos a ver la catedral, donde nos explicó que están prácticamente seguros que esta se construyo sobre el templo dedicado al Cesar que existió en la ciudad.  Lo creen porque Tarraco fue la única ciudad del Imperio en donde vivió un Cesar y por tanto debía tener un templo acorde a la categoría de la villa.

Y tras ver algunos restos más del foro, el circo y la torre del Pretorio terminamos la visita en el anfiteatro romano. Allí me dí cuenta de lo influenciados que estamos por el cine de gladiadores.

La guía nos dijo que allí se hicieron espectáculos de gladiadores con fieras y ejecuciones, entre otros espectáculos. Nos preguntó que si sabíamos que fieras se usaron en las luchas. Alguien contestó: -“leones, tigres…” A lo que ella nos explicó que traer animales de otro país era muy caro y mantenerlos vivos y sanos fuera de su ecosistema era más caro aun. No debiamos olvidar que aquello era un espectáculo, y cómo tal debía poder mantenerse económicamente hablando. La gente no pagaba entrada. Era gratis porque quien pagaba era el noble, o el político que quería mantener contento al populacho. Así que lo lógico era que las fieras fueran animales endémicos. ¿Y que fieras salvajes había en Hispania para que mataran a hombres en la arena? Osos, jabalíes, toros o como mucho algun lince o gato montés. Yo de pensar en los jabalíes… 

Cómo nos dejó allí, frente al anfiteatro decidimos cruzar la carretera y aprovechar para entrar en el museo de la fiesta. En él podimos contemplar una exposicion fotográfica de las fiestas de Tarragona y admirar los gigantes, los cabezudos y los seres fantásticos que sacan en las fiestas.

Al salir nos dimos cuenta de que se iba acercando la hora de comer. Como sabíamos que en la plaza de la font se comía bien comenzamos a caminar en aquella dirección. Y así, de paso que nos íbamos acercando, si veíamos algo interesante entraríamos a verlo. 

De este modo aun conseguimos entrar en la Casa Museo Casterllanau y en el Museo Nacional Arqueológico de la ciudad antes de que cerraran.
Comimos unas tapas en un vasco de la plaza del ayuntamiento, el Txantxangorri. La verdad es que comimos muy bien los dos días, y encima la plaza está muy animada.

Después de comer, con Marco dirigiendo la expedición mapa en mano fuimos a coger el bus. Queríamos acercarnos a ver la Necropolis paleocristiana que está bastante alejada del casco antiguo. Cómo con la Tarragona card nos regalaban unos billetes de bus…

Bajamos en la parada más cercana, o al menos eso creíamos nosotros. Aun tuvimos que andar un buen trecho para llegar. De camino paramos en un parque precioso donde nos sentamos un ratito en los bancos mientras el peque jugaba en los columpios. Lo estábamos pasando muy bien. La única pega fue que al llegar allí nos dimos cuenta de que el recinto estaba cerrado. Así que solo pudimos ver las tumbas y las excavaciones desde fuera.

Tras explicarle a Marco todas las dudas que tenía y tras hacernos unas pocas fotos más volvimos a coger el bus de regreso. Estábamos bastante cansados, así que decidimos que ya estaba bien de andar. Nos íbamos a marchar a coger el coche, pero antes nos quedaba una cosa por hacer. Subirnos en el tren turístico.

A Marco le encantan estos trenecitos que recorren las calles de las ciudades para mostrar a los turistas los principales monumentos del lugar en cuestión. Y lo mismo le pasa con los buses turísticos… tan rojos, tan grandes y tan descapotados. ¡¡¡Y encima te regalan auriculares!!! Cada vez que subimos en alguno para el es una fiesta.

El trenecito nos paseo por toda la zona del casco antiguo que ya habíamos visitado. A pesar de que habíamos estado en los sitios las explicaciones no nos vinieron mal. Fue muy divertido. Al terminar el recorrido cargamos de nuevo las mochilas y a la peque y pusimos rumbo a la furgoneta. Esa noche ni siquiera salimos a cenar. Nos hicimos unos bocatas en el camping y nos metimos en la cama. Habíamos tenido bastante por ese día.

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